miércoles, 31 de julio de 2013

Alexandra mi pasion

Hace casi un año estoy sola desde que Giselle viajó para hacer una maestría en el exterior.
Antes de su partida y en la tristeza de nuestra despedida nos juramos amor eterno y si bien me escribe, me habla, nos vemos en la web. … estoy  sin ella.
El estúpido de Matías, mejor perderlo que encontrarlo, luego de haber roto con él tampoco me registra.
Mis horas fuera del trabajo se hacen eternas, algunas visitas sociales, mucha tele, mucha música, y algunas caminatas por la mañana temprano, como para hacer algo de actividad física y que los chocolates y la comida no me transformen en una vaca.
Es lunes, por la noche no he dormido bien,  son las ocho de la mañana y decido levantarme después de remolonear por más de media hora. Repito mi rutina diaria,   me pongo mi ropa para deporte: calza, sujetador, top, una camperita, las zapatillas, me hago la coleta en el cabello, busco mi reproductor de audio y salgo rumbo al parque.
Camino tres cuadras y estando ahí, sin más remedio comienzo a trotar pesadamente mientras la música se  entremezcla con mi respiración la que minuto a minuto, es cada vez, más agitada.
Me cruzo con la gente de siempre, solo de vernos nos saludamos con un gesto. El hombre calvo de 60 y pico que camina con su señora. El tipo que deber haber cumplido los cincuenta, le pegó el viejazo (me encanta está expresión) y se produce como un adolecente. Las chicas del club de hokey. La gordita que camina incansablemente y; la joven rubia de unos 27 o 28 años con un cuerpo escultural que capta toda mi atención y pensamientos desde hace ya algún tiempo. Su pelo largo y dorado ajustado con una coleta,  se mece por el aire acompañando el trajín de su caminar. Es alta; 1,75 o más. Su dorada piel resplandece con los rayos del sol, sus ojos son marrones y de intensa mira. Su boca porta jugosos labios que luce delicadamente  pintados de labial rosa intenso que destellan brillitos como chispas de un fuego recién encendido. Sus pechos (hechos por cirugía pero igualmente hermosos) se mesen al compás de sus pasos, subiendo y bajando en un erótico vaivén que me pierde e hipnotiza.  Su trasero, mejor dicho su culo, bellísimo grande, parado, firme. Es tan hermosa, tan delicada, tan producida que  me recuerda a mi Giselle.
Nos cruzamos justo ahora, no me habla, no me saluda, no me mira, no me registra.
No me aguanto y me detengo; simulo ajustar mi calzado y me doy vuelta para verla.
Me excita. ¡Me excita mucho!
No puedo dejar de mirarla y para mi sorpresa, la veo trastabillar. Pierde el equilibrio. Se tropieza. Apoya mal su otro pie y lentamente comienza a caer. Es tan alta y cae tan lento que parece derrumbarse como un edificio dinamitado. Toda su elegancia se va a la mierda, mientras desparrama su humanidad contra el suelo y como un maniquí de rígido material, rebota sobre el piso  húmedo de rocío, mientras emite un sordo quejido.
¡Pobrecita, que golpe se dio!
Presurosa corro para socorrerla. Me detengo junto a ella y la ayudo a incorporarse, sus rodillas están lastimadas  de donde brota un hilito de sangre. Su ropa está sucia  con restos de pasto y barro. Su rostro también está manchado de tierra, y su cabello desordenado.
Me cuesta horrores aguantar la riza, Trato de no hablar para no reírme.
La alzo sujetándola por su brazo.
-          Gracias, estoy bien. - Me dice con rostro desencajado-
-          ¡Que golpazo te haz dado! - Replico mientras se me escapa una carcajada.
-          ¡Me duele hasta el pelo!  - Agrega, mientras en su rostro también se dibuja una nerviosa sonrisa.
-          ¡Mira como he quedado!  ¡Estoy un desastre! ¡Me sangra la pierna! - Me dice mientras su cara refleja el dolor.
-          ¿Quien dijo que trotar por el parque no es un deporte de riesgo? – le digo mientras sonrío para distender la situación.
Ella también sonríe.
Ahora que la tengo tan cerca, tan junto a mi, siento su perfume, y puedo apreciar lo bella que es.
Se sujeta a mis brazos mientras hace equilibrio intentando sacudirse la tierra y los restos de pasto  de sus ropas. Sus manos son tan delicadas; sus dedos largos con uñas esculpidas me hacen saber que ella es una diva.  Es increíblemente hermosa.
Pero al mirarla fija y detenidamente; al tenerla cara a cara, noto  un detalle que me deja atónita, estupefacta. ¡No lo puedo creer!....
Caminamos hasta una banqueta del parque que está a unos pasos y nos sentamos ahí un instante.
Ella no deja de quejarse de sus dolores. Yo la sigo mirando extasiada.
Me habla y dice:
-          Mil gracias por tu ayuda, ahora que me siento mejor me marcho a casa para ponerme en condiciones y quitarme la suciedad que llevo encima.
-          ¿No se donde vives, pero si lo necesitas te acompaño? -Le digo con entusiasmo
-          Estoy tan solo a unas cuadras de aquí y me gustaría que me ayudes hasta llegar. ¡Me duele mucho la pierna! - responde
-          ¡Con gusto! – le digo mientras le ayudo a incorporarse.
Caminemos juntas por el otro lado del parque justo frente a donde yo vivo. No me quiero perder detalle de los lugares. Algo me dice que nos volveremos a ver.
-          ¿Cuál es tu nombre?  - Le pregunto
-          Alexandra - contesta
-          ¿Y el tuyo mi bella socorrista? -Me consulta
Su cumplido me deja pasmada, y sin pensar respondo
-          Moira
-          ¡Tienes un nombre sexy! -Me dice mientras sonríe tímidamente
-          ¡El tuyo lo es más! Tienes nombre de emperatriz o deidad griega o algo por el estilo - Replico.
-          ¡Basta de elogios que esto va a terminar mal!  -Me dice mientras da una carcajada.
¡Qué más quisiera yo! Pienso en un flash mental para mí misma.
Me cuenta que trabaja en una agencia que se dedica a la organización de eventos (fiestas, cumpleaños, casamientos). Viene  del interior del país, que hace algo más de un año que está viviendo aquí, a unas cuadras del parque, que está sola y tratando de recomenzar su vida.
Por mi parte y ante su pedido le cuento algunos detalles de mi trabajo, mi vida, mi soledad etc.
Me parece simpática, me siento atraída, más atraída que antes, ¡Me gusta mucho!
-          ¡Aquí es! - Me dice señalando una puerta
-          ¡Bueno,  espero estés bien! - Nos vemos mañana o algún otro día. - Le respondo.
-          ¡Gracias de nuevo! ¡Te debo el favor!  -Me dice mientras se acerca para darme un beso en la mejilla.
-          ¡No tienes porque! -Respondo y le devuelvo el beso.
Me doy vuelta para partir cuando escucho que me habla, entonces  me vuelvo para entender lo que me dice, al tiempo que ella  mete la llave en el cerrojo de la puerta me expresa:
-          Mañana no podré ir al parque a trotar por obvias razones ¿Pero qué opinas sin nos juntamos por la tarde a tomar un café?
-          Depende la hora – le respondo
-          ¿A qué hora puedes que no se muy tarde? – Pregunta
-          A las 19 – así puedo escaparme un ratito antes del  trabajo y podemos vernos
-          Me parece bien – responde .En la esquina del parque en el lugarcito nuevo que abrieron hace dos días. ¿Lo ubicas? ¡Es muy lindo!
-          Se a cuál te refieres ¡Bueno nos vemos ahí! - contesto
Me vuelvo contenta, emocionada, casi excitada. ¡Pero tengo esa duda en mi cabeza, que no me deja de dar vuelta…! ¿Habré mirado bien?
¡Será largo el día hasta mañana! Pienso en vos alta
Llego a mi casa casi sin darme cuenta; me empiezo a desvestir para darme una ducha y luego partir rumbo al trabajo, ya es tarde. Hago todo a mil: me baño, me cambio, y salgo corriendo a tomar un taxi.
Mi día transcurre sin mayores problemas, tengo mi cabeza puesta en Alexandra. Estoy muy conmovida, me sorprendo a mí misma, me siento movilizada.
Solo yo, se de mi angustia, de estar hace tanto tiempo sola. Extraño demasiado a Giselle, la respeto y por eso no me involucré en ninguna otra relación. Pero me siento vacía, muy desolada, necesito contención emocional y sexual. Alexandra me agrada pero no sé si me aceptará, si yo le gustaré como mujer, si podremos tener una relación más allá de la amistad.
¡Me estoy apresurando demasiado! ¡Paso a paso cariño! – me digo a mi misma.
Ya en mi hogar después de mi día de trabajo, preparo el baño para tomar una ducha. Me voy quitando la ropa, enciendo la tele, busco mis prendas limpias para cambiarme y en el cajón encuentro a mi amante ocasional - El Rojo-, así le puse de nombre a mi dildo.
Lo miro y dudo por un instante; pero lo necesito, necesito una descarga, un orgasmo que me tranquilice y me ponga en eje.
Voy hasta el baño, me desnudo, busco el gel intimo, me recuesto en la tina, y sin muchos preámbulos me empiezo a humectar con el gel. Lo paso por mis tetas, me pellizco delicadamente los pezones, deslizo mis manos llenas de gel hasta mi vagina y me acaricio con lentitud y delicadeza. El gel se mezcla con mi tibia humedad y casi sin pensarlo estoy mimando mi clítoris con mis dedos. La excitación me conmueve, mi pensamientos se disparan, me imagino las bellas manos de Alexandra acariciándome mientras sus largos dedos se introducen en  mi vagina buscando mi punto G al tiempo que con su lengua inquieta mis pezones.
El Rojo,  mi amante, ya esta vibrando entre mis piernas. Las abro un poco más para darle plena cabida y lo empiezo a introducir en mi lubricada raja.
Al máximo de su velocidad vibra dentro de mí; mientras mi mano lo saca y lo mete   con lentitud y suavidad. La ida y vuelta me enloquece. Ahora decido tomarlo fuerte entre mis manos, lo clavo bien dentro de mí vagina mientras mis caderas se sacuden en un frenético vaivén buscando absorber cada vibraciones. Suelto un jadeo que deriva en gemido anunciando mi orgasmo. Me contorneo como una víbora mientras  mi vibrador  no para de torturar mi dilatado coño; mis jugos se mesclan con el gel mojando mis manos, en tanto explota mi cuerpo en feliz orgasmo.
Recupero la respiración mientras, quiero pero no deseo, retirar de mi interior a mi amante. Acaricio mis tetas, con pesar siento como  El Rojo se resbala escapando de mis profundidades y queda vibrando sobre el piso de la tina, haciéndome con su puntita cosquillas en mi ano. Casi como provocándolo, me muevo un poquito, y dejo que mi culito quede pegado a él disfrutando de sus vibraciones.
Por un instante descanso recostada recuperando el aliento.
Me siento reconfortada, preparo algo de cenar, livianito y rápido para comer en la cama mientras mira la TV un rato.
Mi cena se termina rápido, la como con voracidad, llevo los restos de la cena a la cocina; paso por el baño, me acomodo los cabellos, me lavo los dientes y voy rumbo al dormitorio. Me recuesto en la cama rodeándome de almohadones y me entrego a los brazos de Morfeo.
…Suena el despertador, pero ya estoy despierta. Hoy no voy al parque a correr, necesito hacer cosas en la casa y algunas compras para reponer mercadería que emplee en la semana anterior. Después a trabajar, me va a venir bien para acortar el día . Tengo mi cabeza puesta en la cita con Alexandra.
…Por fin en casa después de una jornada complica, mi cabeza gira como un trompo, solo pienso en verte -Alexandra.
¡Necesito una ducha! Voy al baño, abro el grifo del agua para que se llene la tina, me desvisto rápido, y me zambullo en el agua con sales perfumada y por un instante logro relajarme.
Termino abruptamente mí ducha, corro al dormitorio, me  pongo una mini tanguita celeste, mis jeans ultra ajustados, una blusa suelta y sin corpiño para que mis pechos y mis pezones se marquen en la tela y al trasluz. Mi mejor perfume, mis tacones. Y me preparo para matar o morir.
Estoy ansiosa, no soy así, no sé qué me pasa.  Pero bueno, solo sigo mis instintos.
Antes de salir busco un camperita, cierro la puerta, verifico no dejar ninguna luz encendida y salgo. ¡Se me ha hecho tarde!
En la esquina del bar, en una mesa con dos sillas me espera Alexandra. Está deslumbrante.
Mientras se incorpora para saludarme su pelo suelto se sacude como en cámara lenta, lleva puesto unos jeans negro muy ajustado, una blusa estampada oscura con una chaqueta muy pequeña gris oscuro y unos zapatos con tacones enormes y bellos.
Con un beso nos saludamos, nos sentamos  y mientras el mesero nos trae un café hablamos de banalidades. No dejo de mirarla ¡No puedo creer lo bella que es! Hasta las mujeres que pasan a nuestro lado la miran con admiración y con odio. Los hombres por poco se nos tiran encima, ¡Yo también tengo lo mio y lo luzco!
Hablando de la vida pasó casi hora y media. Miro el reloj.
-          Ya se ha hecho tardo – le digo muy a mi pesar
-          Mañana debo levantarme temprano, tengo que trabajar – le cuento mientras pongo mi mejor cara de frustración, no quiero que se enoje o entienda que no me atrae su compañía.
-          Es verdad responde – mientras con un gesto llama al mesero pidiendo la cuenta.
-          ¿Tú vas a cenar? – me pregunta con gesto grave
-          Siempre algo ceno, si no lo hago, me cuesta conciliar el sueño - le digo.
-          Ok. Ven a casa tengo algo rico para cenar que preparé por la tarde pensando en invitarte. – me contesto seriamente sin ninguna chance a que me niegue.
Pagamos la cuenta y pusimos rumbo hacia su casa. De camino intercambiamos nuestros números de teléfonos, y le explico cómo llegar hasta mi casa, desde la esquina del bar.
Solo a una cuadra y media está el domicilio de Alexandra.
La puerta del frente de su casa da a una escalera que lleva a una planta alta, la primera habitación es un living muy amplio de forma hexagonal que distribuye a todas las habitaciones de la casa, está todo cuidadosamente decorado y en perfecto orden.
-          Ponte cómoda – me dice Alexandra
-          Gracias – respondo.
-          ¡Que bello lugar tienes aquí! Es muy lindo como lo tienes decorado – agrego a mi comentario.
Miro a mí alrededor y capta mi atención un artefacto con estructura metálica y tubular, de intrincada forma, con algunos soportes tipo almohadillas colocados aparentemente al azar; y en otros lugares, especies de agarraderas acolchadas. Tiene al frente una especie de asiento en forma de V, a la que le falta la unión de los lados, partido al medio. Parece una máquina de entrenamiento físico pero no tiene pesas. ¡Muy raro y queda muy feo y desubicado en es living tan bien decorado!
Escucho que Alexandra dice algo y vuelve mi atención a ella
-          ¡No comprende lo que dices! ¡Habla más fuerte que estoy lejos!  - le expreso
-          Nada, solo murmuraba una canción - responde
-          ¿En que puedo colaborar? –pregunto
-          Ven y pon los individuales en la mesa, cenamos ahí – me responde indicando con su dedo una mesa pequeña en medio de unos sillones.
Busco las cosas en la cocina y las llevo a su lugar. Alexandra tiene todo preparado.
Me siento a la mesa que ya está servida y llega mi anfitriona con dos copas en una mano y un Champagne en la otra.
-          ¡Bueno ya está todo listo, comencemos a comer! – dice sonriendo.
Seguimos charlando mientras disfrutamos la cena y del champagne.
Me cuenta que no hace mucho vive en este lugar, que tuvo un terrible desengaño amoroso -encontró a su pareja con su amiga de años- que con mucho dolor tomó distancia de su lugar y de su gente y que ésta experiencia, si bien traumática y dolorosa, le sirvió para filtrar a sus amistades y solo mantiene contacto con un par de ellos que cada tanto la vienen a visitar.
-          ¿Y tu familia? –le pregunto metiendo el dedo en la llaga
-          ¡Es un todo un tema lo de mi familia! – responde mientras su cara entristece
-          ¡Vale! ¡Te lo diré ahora ya que sacaste el tema y para no andar con más rodeos! – me dice con tono firme.
-          ¡Te has percatado de mi situación?, ¿¡De mi “detalle”!? – dice mientras con sus dedos hace una seña de asteriscos cuando menciona la palabra detalle.
-          ¡Creo que se a que te refieres! – respondo
-          He dudado durante un tiempo ¡Y me parece increíble! – agrego
-          ¿Pero hablamos de lo mismo? – añado con tono de interpelación
-          ¿Si te refieres a que soy transexual?  – pregunta
-          ¡Sí! – le digo
-          Nací siendo Alejandro, pero desde niña soy gay o bisexual o transexual! Ponle el titulo que quieras, me gustan los hombres pero también disfruto de la compañía de las mujeres. – me cuenta casi emocionada
-          ¿Pero porque la transformación de hombre a mujer? – pregunto
-          Es que no podía conciliar mi imagen interna con lo que mostraba el espejo, entonces hace casi 12 años empecé mi transformación. – dice sonriendo
-          ¿Me veo mal? – dice mientras se incorpora,  me muestra su figura y sacude su rubia cabellera.
-          ¡Eres bellísima, bellísima, bellísima! - Respondo, en tanto la desnudo con la mirada
-          Por esta razón es que no tengo relación con mi familia, no lo han podido aceptar, si esto responde a tu pregunta – me contesta.
El tema no daba para más, no me interesaba ya si Alexandra había sido Alejandro y todo lo demás, solo vale que estoy aquí sentada, con esa increíblemente bella mujer, la que me hace perder la cabeza, la que enciende mi sexualidad y la que no se como hacer para desnudar y amar lo antes posible.
El estómago lleno y el alcohol de una buena bebida, distienden la situación y me animo a preguntar por el aparto que llamó antes mi atención.
-          Perdón la indiscreción, pero me tiene intrigada ese aparato que tienes ubicado junto al aparador. ¿De qué se trata?  - Le digo sin miramientos.
-          ¡Me da un poco de pudor hablar de eso! Pero con todo lo que te he contado eso no es nada – responde Alexandra mientras sonríe con cara de haber hecho una travesura.
-          ¡Pero bueno, estamos entre amigas y te cuento! ¡No te rías por favor! – aclara mientras bebe el ultimo trago de  su copa de champagne como tomando coraje.
-          Antes de venir a vivir aquí,  tenia con mi ex pareja -el que se acostaba con mi amiga- y socio un SEX SHOP, rota la sociedad y separado los bienes me han quedado un montón de rezagos del negocio los cuales no he intentado ni podido deshacerme de ellos, pensando  tal vez, sacarle algún provecho y entre ellos está esa máquina, la cual he arrastrado en la mudanza y estoy viendo que hacer con ella y con las otras cosas.
Tal vez por el efecto del alcohol o por la curiosidad, cosa que me cuesta horrores controlar, es que me incorporo y pongo rumbo a la máquina, me detuve junto a ella y le digo a Alexandra
-          ¿Como se usa?
-          ¡Tú buscas la posición y la otra persona te hace disfrutar! – me responde.
Estoy algo decepcionada, me imaginé que Alexandra le iba a poner más ganas a su respuesta. ¡Tal vez no tiene voluntad de hablar del tema!
Por un segundo me quedo inmóvil junto al artefacto tratando de hacerme una idea mental de sus usos y beneficios.
Alexandra se incorpora y, copa de champagne en mano, se para junto a mí.
-          Ponte de espalda a mi y trepa, separa las piernas  y haz que cada una quede sobre cada almohadilla – me explica
Intento trepar pero con los tacones es difícil, me los quito; pongo una pierna sobre uno de los soportes pero para llegar al otro debo abrir mucho las piernas y el jean no me lo permite. Para mi sorpresa siento las manos de Alexandra sujetando, desde atrás,  mis muslos y escucho que me dice
-          Es difícil que puedas con tus pantalones puestos.
-          ¡Vamos esfuérzate un poco mas! – dice con aires de motivadora
-          ¡Bien ya está! – dice mientras sigue con las instrucciones
-          Ahora apoya tu pecho y toma con tus manos las agarraderas de arriba.
Yo obedezco  sus explicaciones al pie de la letra. Cuando logro ubicarme sobre el artefacto quedo mirando la pared, de espaldas a Alexandra, con los brazos extendidos, oblicuos hacia adelante y mi  pecho queda apoyado en una angosta almohadilla que calza  justo entre mis tetas, separándolas una por lado. Estoy sentada a casi un metro del piso pareciendo que conduzco una bicicleta que tiene el asiento muy atrás y le falta el pedazo debajo de mi culo dejándolo al intemperie, solo apoyan mis muslos.  Las agarraderas del manubrio muy delante y arriba y los pedales también muy adelante y más bajo que el asiento.
Alexandra posa sus manos en mis glúteos dándome unas palmaditas y me dice:
-          Es justo así como te debes colocar, tus piernas están bien abiertas. Ahora tu culo y tu vagina están bien al aire y a mi disposición. Parada aquí atrás puedo agarrar tus tetas y pellizcar tus pezones, mientras hago de tu raja y tu culo  lo que me dé la gana.
Sus palabras me hacen temblar, quedo muda, me estremezco de la calentura, solo deseo que sus manos me acaricien. Y al instante mis deseos son correspondidos, sus manos tocan mi trasero y desde atrás acaricia mi vagina que debajo de mis pantalones arde de calentura. Alexandra se acomoda detrás de mí  y por debajo de mi blusa toma con sus manos mis tetas y las masajea con firmeza pero muy delicadamente. Yo respiro profundo en señal de aprobación y ella me dice:
-          ¡Baja ya de ahí! ¡Quítate la ropa! ¡Necesito tocarte desnuda!
-          ¡Si por favor! ¡Rápido ayúdame! - Le suplico
He perdido la cordura, la excitación me lleva al límite de la demencia. ¡Estoy descontrolada!
Alexandra con habilidad me quita la ropa, menos mi tanguita. Me ayuda a subir nuevamente a la máquina y ahora sin los pantalones, logro con facilidad posicionarme; y como buena puta que soy cuando me caliento, separo todo lo que puedo las piernas y levanto mi culo bien al aire para que Alexandra lo disfrute primero con los ojos y después…. ¡Que después haga lo que quiera!
Se arrodilla por detrás, me corre la tanguita para comenzar a comerme y lamerme la vagina con desesperación. Yo solo me entrego al placer.
Su lengua lame y relame, mojando con su saliva mí vagina que late y se dilata al tiempo que ella también la clava en mi interior y la mueve ahí dentro, donde me gusta tanto y me hace volver loca.
-          ¡Que hermoso culo tienes, que bellas eres! ¡Todo lo que te voy hacer querida! – me dice casi sin sacar su cara de mi vagina.
-          ¡Soy tuya! – Le contesto agitada
-          ¿Te gusta mi lengua en tu concha?- Me dice mientras lame histérica
-          ¡Claro que me gusta! ¡No te das cuenta que me estas volviendo loca! – respondo sin aliento.
-          ¡Por favor me avisas cuando estés por llegar al orgasmo, quiero saberlo! – me aclara.
-          ¡Un minuto, un minuto más que sigas así y te lleno la boca con mis jugos! – le grito
De repente ella se detiene.
-          ¿Pero que haces? - Le grito desesperada
-          Tranquila que hay más para vos – responde sonriendo
¡Tengo ganas de matarla! ¡No me puede dejar así…!
Alexandra se incorpora y comienza a desvestirse quedando solo con sus pequeñísimas braguitas. La miro por sobre mi hombro; ella camina unos pasos hacia el aparador de junto, sus tetas grandes y firmes se mueven acompasadamente, sus pezones pequeños y rosados están cubiertos de un brillo satinado, todo su cuerpo es escultural. Su rubio cabello está revuelto y un mechón queda pegado junto a su boca. ¡Qué sensual!
Trae algo en la mano que no distingo que es, pero no importa; ya volvió.
Colocada nuevamente a mi retaguardia me apoya sus manos en mi culo y con un tirón me arranca la tanguita.  La sensación me estremece.
Sus manos acarician mis nalgas, mientras me humecta con una sustancia tibia, suave y agradablemente perfumada.
Siento sus dedos patinando por mis glúteos recorriendo el centro de mis nalgas y deteniéndose sin tocar mi ano.
Muevo mi culo como señal de que ya estoy lista para lo que sea. Alexandra hace todo parsimonioso y desesperante.
Con sus manos separa aún más mis nalgas; empiezo a sentir su lengua acariciar mi ano. Cada vez más intensas y firmes son sus chupadas. Me quedo inmóvil dejando que ella haga.
Me lame y relame la cola, al tiempo que sus manos acarician mi vagina,  estoy a punto nuevamente, cuando al instante me dice:
-          ¡No quiero que llegues todavía!  Te tengo preparada una sorpresa primero.
-          ¡Déjame llegar por favor que estoy desesperada! – le grito
-          ¡Basta ya! ¡Aquí se hace lo que yo digo! – me responde con tono de enojo
-          Bueno entonces detente, ya estoy a punto, me tienes hirviendo – le respondo con desazón.
Alexandra deja de lamerme el culito, deja de acariciarme la vagina y  se hace un himpas en el tiempo  que parece eterno. Permanezco con lo ojos cerrados. Tras de mi percibo algunos movimientos. De repente sus manos se posan nuevamente en mi culo separando mis nalgas. Decido mirar por  sobre mi hombro; en la boca sujeta mordiendo algo brillante con forma indefinida, parece metálico, es como media esfera de una pelotita de ping pong en la punta que se afina hacia  atrás perdiendo espesor, terminando bien finito donde se une en una especie arandela metálica. El instrumento no es muy largo tendrá algo más de diez o quince centímetros en total. ¡No le quito los ojos de encima!
Alexandra sigue sobando y separando mis nalgas;  acerca su boca con la que sujeta el instrumento y apuntando  a mi ano, empieza a presionar con firmeza.
¡Ella me propone un juego que  yo estoy dispuesta a jugar! ¿Cuál es mi límite? ¿Cuál es su límite?
Relajo mi cola y el instrumento por la presión empieza a dilatar mi agujerito más y más abriéndose paso hacia mi interior. No parecía tan grueso, pero siento como mi culo debe hacer un esfuerzo dilatándose mucho para que el juguetito de Alexandra se habrá camino. Ahora siento como está entrando la media esfera. ¡Wow que grueso!
Cuando la punta supera la tensión de mi esfínter el aparato de golpe se desliza dentro de mí. Instintivamente mi ano se aprieta como intentando interrumpir la penetración, sin poder aguantar. ¡Parece no detenerse! Mi culo se ciñe al aparato pero no deja de penetrarme! ¡Me retuerzo! Es una rara sensación mezcla de  vértigo, desesperación y placer extremo. Al fin se detiene, ya lo tengo clavado íntegramente en mi colita y alcanzo a ver  como la arandela metálica está pegada a mi ano.
-          ¡Como se comió tu culito mi juguete! – exclama Alexandra
-          ¿Te gusta lo que ves? – le responso mientras muevo mi culo en círculos para que Alexandra deleite sus ojos.
-          ¡Eres hermosa Moira! ¡Tienes el trasero más bello que vi en mi vida! – me halaga
-          ¡Adoro que te sometas a mis juegos sin temores!- añade
-          ¡Me siento bien con vos! ¡Me atraes de sobremanera! ¡Me calientas desde la primera vez que te vi! - le respondo
Sin más se incorpora, toma con su mano  la arandela de tope del juguete que está clavado hasta el fondo de mi culo y comienza a moverlo generándome un frenesí de sensaciones que no  puedo describir, mas solo me retuerzo con cada penetración que la siento cada vez más intensa y profunda. Mi culo se llena y se vacía; se aprieta y se dilata a ese infernal aparato que me lleva camino al clímax en  incontrolables sensaciones jamás sentidas por mí.
De momento me dan ganas que lo saque de mi interior y al instante que sale le grito a Alexandra para que me lo vuelva a insertar, y me envuelvo entre las tinieblas de la desesperación y el deseo disfrutando y padeciendo todo al mismo tiempo del sexo anal más descontrolado que había vivido hasta ahora.
-          ¡Bien putita, bien mi putita, como te comes el juguetito! – Dice Alexandra mientras manipula el aparato en mi culo.
-          ¡Mira como me gusta lo que me haces en el culo! – le digo mientras lo meneo y contorneo todo lo que puedo.
Por un instante Alexandra se detiene y me dice:
-          ¡Te tengo otra sorpresa!
-          ¡Ho por favor! ¡Qué más sigue?  ¡Me estas volviendo loca! - le respondo en tanto sigo inconscientemente meneando mi culo con él juegue clavado dentro.
Se quita su bombachita y escondido de su entrepierna aparece colgando una grande,  hermosa e hinchada polla,  lista para ser usada.
Me muestra su pene: erecto, grande, venoso, blanco, casi pálido y me dice.
-          ¡Sorpresa!
-          ¡Es grande tu detalle! – le respondo
-          ¡Por favor clávalo en mi agujerito que está libre y llévame al orgasmo!- le grito con desesperación.
-          ¡A Tus Ordenes! – dijo sonriendo Alexandra
De un salto se para tras de mi y sin quitarme el juguete que llevo clavado en mi culo, acomoda su glande sobre mi vagina rebalsada de líquidos y comienza a incrustarme su   generoso miembro.
La sensación es indescriptible, mi culo que parece querer expulsar el juguete se debate con mi vagina que quiere dejarse penetrar hasta el fondo por la jugosa polla de Alexandra. Y en mi interior ambos aparatos pugnan por un lugar. Alexandra se mueve con frenesí, de vez en cuando toma el juguete y lo saca y mete en mi culo mientras que con una mano sujeta y manosea mis tetas. Solo atino a gritar y gritar y jadear, casi como un animal, hasta que no puedo contenerme más y en una convulsión orgásmica, mi culo escupe el juguete y mi vagina se contrae contra el tronco de Alexandra dándome un conmovedor orgasmo que me deja temblando.
Alexandra es imparable, me asola desde atrás, embate contra mi vagina en un frenesí de movimientos. Su pene surca mi interior con vigor, fuerza y generosa voluptuosidad. Siento mi vagina repleta por su carne, caliente por la fricción, dilatada por su buen trozo.
Escucho sus jadeos, tan femíneos y delicados. Veo su figura, tan esbelta e imponente, desvivirse por llevar al máximo su pene dentro de mí, buscando dar e intentando recibir placer tan prohibido y oscuro como los espíritus que ahora siento que nos dominan. Tengo a esta bella mujer que me posee, me coge, me folla como el mejor de los machos, ¡Que más puedo pedir! …
Justo ahora siento que  desde atrás con sus manos pellizca fuerte mis pezones y  me inunda con su semen fogoso como lava hirviente. Yo lo acepto sacudiendo cadenciosamente mi cola para que me llene y sin que se desperdicie ni una sola gotita de su líquido.
Unos instantes quedamos ahí inmóviles, recuperando el hálito de vida. Ella sobre mí, sus manos en mis tetas, sus pechos aplastados contra mi espalda, sus cabellos enredados en los míos y sintiendo, como de a poco, muy lentamente, su pene se escapa de mi vagina.
-          ¡Esto recién comienza! – me dice desafiante
Me ayuda de bajar de la máquina, mi cuerpo todavía tiembla y me siento débil.
¿Qué más se le ocurrirá? Me pregunto. Pero el destino me puso aquí y ahora. Es el momento que esperaba, ¡Quiero seguir jugando!
-          ¿Qué tienes para mí? – le pregunto mientras veo que busca algo dentro del aparador, ese mueble es una caja de sorpresa.
Saca de él un dildo con forma de pene postizo, 20 cm más o menos, color purpura. Está sujeto a una base como si fuera el frente de una braga, de ahí deriva  unas correas. Alexandra me lo entrega y me ayuda a colocarlo que como un calzón hecho de correas. Ahora yo tengo puesto un pene postizo erecto y listo para la acción. Pensé que era todo, pero vuelve al mueble y busca otro instrumento.
-          ¡Ponte a gatas!- me dice con una orden directa
Sin dudar me arrodillo en el suelo y ella desde atrás, separa mi vulva y  me introduce en la vagina una pelotita con forma de huevo y con ayuda de su dedo, lo pone dentro mío. Luego busca otro aparato del entre los cajones; y desde lejos  me lo muestra y dice:
-          Mira lo que tengo para vos!
Es un juguete idéntico al que uso antes, en mi pobre colita, de idéntica forma pero algo más grande y el detalle es que donde está la arandela de tope, tiene una cola como de caballo, ¡Tal cual una cola de caballo!
Sin perder un instante Alexandra empieza a humectarme con lubricante, luego me corre de las tiras que sujeta mi pene postizo y me dice:
-          ¡Relájate que te pongo tu nuevo juguete! 
Sin muchos miramientos y con algo de prisa clava en mi ano el aparato.
¡Wow, wow, re wow!, ¡Que sensación¡ ¡Como me penetra ese juguete! Me hace abrir los ojos como soliéndoseme de las orbitas y no puedo dejar de emitir un gritito mezcla de dolor y placer mientras mi culo ya dilatado se lo traga sin demoras.
-          ¡Cómo te gusta este aparato putita! – dice exaltada Alexandra
Coloca las correas que sujetan mi pene postizo asegurando con estas la arandela de tope para que el juguete no se me vuelva a escapar de mi culito.
-          ¡Camina a gata como la yegua que eres! – Me dice mientras da carcajadas histéricas.
¡Estoy repleta, me siento rebalsar! Mi culo vulnerado por el instrumento y vagina azolada por la pelotita.
Gateo y siento como los juguetes se apoderan de mis entrañas. La cola de caballo rosa mis piernas y el pene postizo se mese como un péndulo entre mis muslos.
-          ¡Mírate en el espejo! – me indica Alexandra con un gesto.
Voy gateando acompasadamente  y llego hasta ahí, el reflejo de mi imagen es abrumadoramente excitante, por unos segundos me detengo en mi efigie y me doy cuenta que estoy rompiendo todos mis limites. ¡Y lo que veo me gusta!
Arqueo la espalda, levanto mi culo, lo muevo y la cola de caballo se sacude mesuradamente.
-          ¡Ven conmigo, ven aquí! – le digo a Alexandra
-          Claro que si! – me responde en tanto presurosa se para junto a mi
-          Ponte a gatas delante de mí – le pido
-          ¡No, tengo las rodillas lastimadas! – me dice mientras parada a mi lado, me sujeta por el cabello.
-          ¡Sígueme, vamos a mi cuarto! – agrega.
Intento incorporarme pero Alexandra no  me lo permite.
-          ¡No te levantes! ¡Sígueme a gatas! - exclama
Mi andar se hace lento, no es facial moverme a gatas y con esos aparatitos en mi interior.
Alexandra esta parada y apoyada en lo que parece ser la entrada a su cuarto, estoy a solo un par de metros de ella. Pero la distancia parece larguísima.
-          ¡Muévete más deprisa! – me increpa Alexandra
-          ¡Es que no puedo más rápido, tenme piedad! – le digo
-          JAJAJAJA ¿Piedad?  - me responde  con tono burlón.
Alexandra me mira fijamente mientras blande su mano mostrándome un pequeño artefacto prismático, como una cajita, color negro. Presiona con sus dedos un botoncito que tiene esa caja y el huevo en mi vagina empieza a vibrar. La sensación me detiene en seco. El huevo está justo sobre mi punto G.
¡Ahora el huevo vibra más rápido!
Clavo mis uñas en el piso, se tensionan mis brazos, mis abdominales se contraen. Las vibraciones son absorbidas por el juguete que está en mi culo y  todo mi ser vibra.
-          ¡Basta ya! ¡Me enloqueces! – le grito
-          ¿Acaso no te gusta? – dice riendo sarcásticamente
-          ¡Claro que me gusta! ¡Pero así no puedo avanzar! – le respondo burlonamente.
Ella lo detiene y yo sigo avanzando a gatas, luego entro al cuarto, Alexandra ya esté a sobre la cama. Me trepo con prontitud y me ubico tras ella haciéndome entender con unos gestos para que se ponga en cuatro patas delante de mí.
 Su hermoso culo está justo ahí, frente a mis ojos. Me tiro sobre él y no  puedo menos que lamerlo y lubricarlo con delicada atención y esmero..
¡Alexandra se retuerce!
Lo disfruto así un ratito, luego con una de mis manos tomo su pene que cuelga como un badajo y lo empiezo a masturbar. Mientras con mi otra mano uso mis dedos para insertarlos en su ano.
¡Alexandra se retuerce, se  contornea!
-          Ya es momento - le digo
Me acomodo tras ella, y coloco mis manos sobre sus glúteos, tomo mi pene postizo y lo dirijo con puntería a su culo. Ahora presiono sin mucha compasión y comienzo a penetrarla lenta u profundamente.
¡Alexandra se retuerce, se contornea, jadea!
Me siento macho poseyendo a una hembra. Mi pene postizo no me transmite sensaciones,  pero los movimientos de mi pelvis pujando contra el culo de mi amante mueven mis juguetes y me llenan de estremecimientos. La tomo por la cintura, y acelero las embestidas, el pene entra y sale del culo de Alexandra cada vez con mayor velocidad.
¡Alexandra se retuerce, se contornea, jadea y gime!
Mi mano hábilmente le masturba su pene que a estas alturas ya ha alcanzado el máximo de su esplendor.
-          ¡Sigue, sigue, no te detengas! – me dice ahogadamente
De pronto el juguete de mi vagina está vibrando con velocidad. Ahora estoy  excitada al límite.
Me cuesta mantener el ritmo, me estoy descompasando y las vibraciones se apoderan de mi vagina, de mi culo, de mí ser en su totalidad.
¡No puedo más! Me dejo caer sobre un costado, mientras me retuerzo y jadeo como poseída.
Mi pene postizo se arranca violentamente del culo de Alexandra.
Ella sin demoras y con un rápido movimiento me pone boca abajo. Desabrochas las ataduras de mi postizo y  saca el juguete de mi culo casi de un tirón. La sensación de abandono  me estremece. ¡Entonces grito! Grito de locura y de excitación, mientras mi ano queda latiendo.
El aparato en mi vagina no deja de vibrar. Alexandra me separa las piernas al máximo de mi extensión,  se pone sobre  mí y entonces sin miramientos coloca el glande de su hinchado pene en mi colita y empieza a penetrarme.
Wow wow wow infinitamente wow,
Me penetra espléndida y suavemente. Mi culo aprieta a su pedazo de carne como si estuviera hecho a mi medida. Su trozo está caliente, llena hasta lo profundo de mi caverna. Ahora lo  tengo dentro, muy adentro, hasta el fondo. Necesitaba volver a sentir a Alexandra gozando con migo. Estoy ardiendo y me sacudo como  poseída al ritmo de las vibraciones del juguete en mi vagina. Alexandra acelera los movimientos y grita:
-          ¡Llego, llego, llego, te lleno!
-          ¡Si! ¡Dámelo, dámelo, dámelo todo! - Le grito
Muerdo la almohada y clavo mis dedos en el colchón al tiempo que todo mi ser se conmueve en un estrepitoso orgasmo mientras el semen hirviente de Alexandra me llena por detrás.
Grito, grito y grito de placer, de placer y locura; de locura y satisfacción.
Tiemblo, tiemblo y tiemblo por un orgasmo increíblemente intenso, tal vez el más intenso,  el más salvaje, el más deseado.
Me contorneo y me retuerzo de lujuria de pasión. Por la lujuria, pasión y la satisfacción de gozar al límite, de tener a mi deseada amante apoyada sobre mí, de sentirla dentro mío, de saber que goza y goza y goza, como lo hago yo.
Alexandra me lleva al límite, a éste límite desconocido por mí hasta hoy. Y lo mejor que me pasó, es que rompí mis antojos y  me presté a este juego pervertido, depravado,  salvaje, pero por sobre todo excitante. Demasiado excitante y por qué no, adictivo.
…Abro mis ojos y un rayo de luz del amanecer esquiva la cortina de la ventana iluminando el cuerpo desnudo de Alexandra que duerme a mi lado.
La miro con detenimiento; es realmente hermosa, es la conjunción perfecta de delicada mujer, hembra bestial y hombre salvaje. ¡Qué más puedo pedir!
Alexandra duerme profundamente, me voy sin que lo note.
Llego a mi casa, y por teléfono aviso a mi trabajo, que me tomo el día, en realidad me tomo lo que me queda de la semana, voy a tener unos cuantos días para reponerme de semejante cruzada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario